En el ensueño
de la mujer fatal,
se esconde el sueño
del hombre entregado,
está entregado
al placer del amar,
su voluntad ya lo abandonó.
No hay poesía
más dulce y más voraz,
que la caricia
de la reina de dios,
sus manos son
una pluma real,
su piel es seda
es incienso y alcohol.
Es imposible otra eternidad
que este instante
esta furia veloz,
no pido más
que tus labios rozar,
con la calvicie
de la desolación
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