Vivo en el suburbio
de la palabra y la imagen
en el derrumbe cotidiano
de las horas
Soy el que madruga
sin la ayuda de Dios
Allá en el principio
mi nombre quería decir algo
Las naranjas escuchaban
Llueve en los paisajes
de la tristeza
Quiero escuchar
la palabra caricia
en la sordera de las pieles
Suena el tambor
de la angustia
Hay mucho rocío
en estas letras
y un mar que baña
las miradas
Profeta de la nada
señor de las zanjas
donde las ranas
esperan que la luna
les ordene dormirse
No alcanzan las mujeres
ni el fuego
ni los barcos
Un fósforo para encender
una palabra
que ilumine la hoja
o unos ojos tristes
Quiero caer
en el pozo de tu ombligo
No sé otra forma
de cantar
cuando me brota
la sangre
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